Por el bien de tu paz, tu bolsillo y tu futuro
Abrir una tienda es un acto de valentía. Requiere inversión, esfuerzo, fe y muchas veces, sacrificios personales y familiares. Pero, seamos honestos: no siempre funciona. Y no porque el comercio de barrio esté condenado al fracaso, sino porque no todas las personas están hechas para sostener una tienda, y no todas las circunstancias lo permiten. Reconocerlo a tiempo puede ser un acto de madurez, no de derrota.
¿Cómo saber cuándo es momento de soltar?
No se trata de rendirse ante el primer tropiezo. Toda tienda enfrenta momentos difíciles. Pero si después de intentarlo con estrategia, dedicación, ajustes de horario, cambios de surtido, mejora en la atención, redes sociales, promociones, etc., el negocio sigue en números rojos o consume tu salud y tu ánimo, quizá haya que hacer una pausa honesta.
A veces, el problema no es el cliente, ni la ubicación, ni la economía: es que uno mismo no se siente a gusto con el ritmo que impone el comercio. Porque tener tienda no es sólo abrir la cortina y esperar. Es estar disponible todo el día, todos los días, con buen trato, con paciencia, con orden, con control del inventario, con disposición a aprender, a corregir y a volver a empezar.
Cuando el corazón no está en el mostrador
Algunas personas montan una tienda porque se quedaron sin empleo, porque heredaron un local o porque vieron que a otro le funcionó. Pero pronto descubren que no disfrutan la atención al público, que no les gusta madrugar para surtir, que les pesa lidiar con clientes exigentes o que simplemente no tienen pasión por vender. Y entonces empieza el desgaste. Porque si tu corazón no está en el mostrador, lo notan tus clientes… y tus cuentas.
¿Fracaso? No, aprendizaje
Decidir cerrar una tienda no significa que fracasaste como persona. Puede significar que aprendiste algo sobre ti: que tu vocación va por otro camino, que eres más feliz en otro giro o que necesitas reordenar tus prioridades. A veces cerrar una tienda es el primer paso para abrir otra puerta.
También es posible que sí tengas madera de comerciante, pero el modelo que elegiste no era el adecuado. Tal vez no era el giro correcto, o el lugar, o la temporada. En ese caso, más que un final, es un replanteamiento.
Sé honesto contigo mismo
El mejor consejo para quien tiene una tienda y está en duda es: escucha tu voz interior. Si cada mañana te levantas con pesar, si cada cierre de caja es una angustia, si te cuesta sonreír a los clientes, si ya hiciste lo posible y no mejora, tal vez es momento de decir con humildad: “Esto no es para mí”.
No es debilidad. Es sabiduría.